Causa y efecto.

Causa y efecto. No hay accidentes: solo existe causalidad. Las lesiones y las enfermedades que padecen los trabajadores y sufren conjuntamente sus familias no son fruto de la casualidad; no es castigo divino ni falta de fortuna: es el hecho resultante de la falta de prevención, de la mala organización de la empresa, de errores en las decisiones tomadas en las que nunca intervienen los trabajadores. El responsable de la tragedia humana que suponen los daños, las minusvalías, las enfermedades o la muerte del trabajador sobrevenida por causa del trabajo es responsabilidad de quien dice qué y cómo se van hacer las cosas. Este suele ser el mismo que antepone las plusvalías y los beneficios a la salud de los trabajadores.

miércoles, 6 de abril de 2011

Hacer realidad el trabajo decente

El trabajo decente resume las aspiraciones de la gente durante su vida laboral. Significa contar con oportunidades de un trabajo que sea productivo y que produzca un ingreso digno, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, libertad para que la gente exprese sus opiniones, organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad de oportunidad y trato para todas las mujeres y hombres.

El próximo 28 de abril se celebrará el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. Esta iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nos ofrece la posibilidad de analizar –entre otras cuestiones-cómo podemos hacer realidad la mejora de las condiciones laborales y convertir el lugar de trabajo en un sitio seguro y saludable. Pero es también un día que el movimiento sindical mundial asocia al recuerdo de las víctimas de accidentes y enfermedades profesionales.

Este año recordaremos a los nuevos “trabajadores samuráis”, los liquidadores de Fukushima, los 50 ingenieros que tienen por delante el trabajo de refrigerar los reactores de esta central nuclear afectada por el seísmo. Lo sucedido allí es un buen ejemplo para ver la magnitud del problema de los accidentes laborales y enfermedades profesionales y en cómo la promoción y la creación de una cultura de seguridad y salud pueden contribuir a reducir cada año el número de fallecimientos relacionados con el trabajo.

Las cincuenta personas que quedan dentro de la central (de un total de ochocientas personas que inicialmente estaban en la planta), están desarrollando un trabajo que físicamente es extremadamente duro. Mentalmente también: después haber pasado el Tsunami que arrasó sus pueblos y vidas, siguen trabajando encadenados a Fukushima y a la realidad de morir, si es necesario, a largo plazo.

Valoremos los riesgos del suceso; En principio se procede a la identificación del riesgo que fijamos en una situación de colapso de toda la planta de Fukushima, con la posible ruptura de las vasijas y emisión de gases y agentes contaminantes al exterior. La posible gravedad del evento (severidad) es que trabajadores y ciudadanos mueran a corto, medio y largo plazo. Es evidente que Fukushima no es Chernóbil, pero en este caso pueden ser seis unidades las que sean afectadas, mientras que en Chernóbil fue una. La probabilidad de ocurrencia de tal suceso de momento está en veinticinco años. Desde el punto de vista de la prevención de riesgos laborales, el riesgo que puede llegar a desencadenar una central nuclear por diferentes causas es intolerable, dado que produce directamente o de una manera diferida la muerte. El accidente de Fukushima no es un "caso especial", sino la ocurrencia de una situación potencial de un riesgo del sistema de la tecnología nuclear, la seguridad de una central nuclear es un equilibrio entre ciertas suposiciones y la probabilidad de eventos adversos.

Ocurrido el suceso, en el otro extremo tenemos la actividad de la protección. Según la prensa, tras el desastre los trabajadores y trabajadoras disponían de un solo medidor de radioactividad por grupo de personas, no uno por cada uno, por lo que cuando se apartaban del grupo ya no sabían a qué radiación estaban expuestos. Disponen de una protección deficiente que les protege de las partículas beta, pero no así de las gamma. Para estas partículas sería necesaria una barrera de plomo y con una prenda de este metal ninguna persona podría trabajar al ser demasiado pesada. Los tres últimos trabajadores que se contaminaron con radiación no fueron advertidos por la empresa del peligro de radiactividad en el tercer reactor, aunque la compañía que gestiona la central admitió que conocía los altos niveles de radiación en el reactor más tarde.

Después queda la compensación económica y la rehabilitación con el tratamiento paliativo a las personas expuestas a niveles peligrosos de radiación, que podrían necesitar antibióticos u otros fármacos, así como sangre y plaquetas sanguíneas. El tratamiento es similar al de la leucemia.

Y todo esto sucede en Japón, que es probablemente el país más preparado del mundo para afrontar terremotos y tsunamis, con el nivel más alto de civismo que se pueda ver. Uno de los países más avanzados y más vigilantes de la seguridad y del que Günther Oettinger, comisario de Energía de la Comisión Europea, dijo que este accidente puede calificarse de "apocalipsis" y aseguró que "casi todo está fuera de control".

La historia se repite: el derecho a la protección eficaz en materia de seguridad y salud laborales de nuevo por los suelos. Al comparar a los “liquidadores” de Chernóbil y Fukushima podemos apreciar que comparten situaciones comunes como que están desarrollando un trabajo suicida, que han sido usados de manera inhumana, que no fueron informados de los riesgos a los que estarían expuestos y por ello no pueden defenderse, el nivel de seguridad ha sido inadecuado y la protección insuficiente. En conclusión no sólo les quitan su derecho al trabajo decente, sino también sus vidas.

A la pregunta ¿Es asumible el riesgo derivado de la energía nuclear?; aquí convendríamos que no será la misma respuesta para la Tokyo Electric Power, propietaria de la planta, que para la madre del trabajador, que morirá en unas semanas debido a la radiación. Así que la pregunta que nos hacemos es: ¿cuántos trabajadores necesitan morir cada año para cerrar las nucleares?

Lo que debemos hacer por nosotros mismos, por los trabajadores de Fukushima y por un trabajo decente es defender nuestro derecho a una vida sana y productiva. Es vital el compromiso de oponerse a las presiones que se ejercen para favorecer productos, medios y condiciones malsanos. Debemos dar prevalencia a la vida y la salud frente al valor del lucro que intereses económicos y comerciales esperan a expensas de mantener la vigencia del uso de la energía nuclear.


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