Causa y efecto.

Causa y efecto. No hay accidentes: solo existe causalidad. Las lesiones y las enfermedades que padecen los trabajadores y sufren conjuntamente sus familias no son fruto de la casualidad; no es castigo divino ni falta de fortuna: es el hecho resultante de la falta de prevención, de la mala organización de la empresa, de errores en las decisiones tomadas en las que nunca intervienen los trabajadores. El responsable de la tragedia humana que suponen los daños, las minusvalías, las enfermedades o la muerte del trabajador sobrevenida por causa del trabajo es responsabilidad de quien dice qué y cómo se van hacer las cosas. Este suele ser el mismo que antepone las plusvalías y los beneficios a la salud de los trabajadores.

sábado, 16 de octubre de 2010

Necesitamos cambiar a un modelo productivo que asegure la salud de los trabajadores.

Los mineros chilenos han pasado por un estado de shock terrible y, habiendo salido de la que se presuponía inicialmente como su tumba, alguno ha jurado no volver. No podemos olvidar que el drama de quedar atrapados comienza el día 5 de agosto de 2010 porque las condiciones de seguridad eran insuficientes, en una mina que estuvo cerrada anteriormente durante un año por su peligrosidad y que se reabrió sin que los riesgos se hubieran minimizado a niveles tolerables.

A nivel mundial, "cada día mueren 6.300 personas por accidentes o enfermedades relacionados con el trabajo, lo que representa más de 2,3 millones de muertes anuales". Este es el cambo de batalla del trabajo: lo más parecido a una guerra silenciosa que se pueda encontrar. El enemigo es un grupo minoritario de privilegiados que nunca son víctimas de un accidente de trabajo, que pocas o ninguna sufre una enfermedad profesional.

A menudo tenemos que oír aquello de “Todos vamos en el mismo barco” como metáfora haciendo un símil con la relación entre empresarios y trabajadores. Aun siendo cierto que todos vamos en el mismo barco, es también cierto que cuando el barco se hunde, llamémosle mina San José a este barco, a 33 trabajadores se les da por desaparecidos. Entre estos trabajadores atrapados no se encontraba ninguna persona de la minoría privilegiada, es decir, ni técnicos, ni empresarios. Los atrapados eran trabajadores dedicados a la extracción selectiva de minerales. En esta relación podemos ver la tremenda desigualdad que existe entre quien muerte y quien cuenta los cadáveres. En el mismo barco sí, pero unos reman y los otros disfrutan.

Existen otros barcos mucho menos mediáticos, son los llamados silicosis, asbestosis, asma profesional, enfermedades sistémicas, etc., que pasan invisibles. Lo que no se registra no existe, hasta el punto de que en España la morbilidad percibida no tenga nada que ver con la diagnosticada o con la indemnizada. En estos barcos tampoco suele aparecer la clase privilegiada de ricos empresarios.

Son inaceptables las enfermedades y los accidentes derivadas del trabajo, por su carácter mismo de imposición del que dice qué y cómo se van a hacer las cosas. Éste suele ser el mismo que prioriza la plusvalía y los beneficios ante la salud de los trabajadores.

Ante esta situación los accidentes y enfermedades como consecuencia del trabajo suelen transformarse en dramas individuales y quedan diluidos en la masa. Parece ser que erigirá un monumento (mejor mausoleo) en recuerdo de los hechos que han sucedido en la mina San José y. Ese monumento no será más que un mausoleo que dará testimonio de las medidas ineficaces, de las ocasiones perdidas y de las imprudencias habidas en esa mina, con resultado de muerte, antes de que se quedaran atrapados los mineros.

Aquí en España y aprovechando la crisis, habrá quien pida aumentar la competitividad sin valorar la muerte y las enfermedades que puedan ocasionarse a los trabajadores, aun conociendo que es falso que se sea más competitivo con salarios más bajos y condiciones de trabajo peores. Quieren que trabajemos de cualquier forma y en cualquier condición. La muerte y lesiones que sufren los trabajadores no son casualidad, ni son accidentales sino que son la consecuencia de la mala organización. No son castigo divino o la falta de fortuna sino que son el hecho resultante de unas decisiones que se toman en las que nunca intervenimos los trabajadores.